UNA NAVE DEL FUTURO LLEGA A SALVAR EL OCÉANO
Tomado de Domingo, La República 25.03.2018
¡Una tortuga enredada en bolsas de plástico!
Esta mañana la marinera Anne Le Chantoux avizoró flotando en el mar
el caparazón de una tortuga que, aparentemente, había muerto ahogada por
una bolsa de plástico. La vio a través de sus binoculares mientras el
Race For Water Odisea (R4W) se adentraba en mar peruano.
"Si te quedas una hora mirando el mar siempre verás plástico por muy
alejada que estés de la costa", dice Annabelle Boudinot, segundo capitán
y compañera de litera de Anne, dando a entender que lo que le pasó a la
tortuga no fue un accidente.
Ninguna otra especie le gana al hombre en su necia carrera por llenar
los océanos con desperdicios, sobre todo con restos de plástico. Somos
inconcientes de que aquella botella que tiramos al mar podría terminar
en el estómago de una ballena o que nuestras bolsas podrían asfixiar a
un lobo de mar.
El plástico está matando a los animales marinos. Al año mueren 1,5
millones de aves, peces, ballenas y tortugas, según el Instituto de
Investigación para el Desarrollo de Francia. Y se calcula que en el
2050, al paso que vamos, podría haber más plástico que peces en el
océano.
Es por ello que esta semana ancló en la costa limeña, la R4F Odisea,
una embarcación suiza que ha cruzado el Atlántico, haciendo escalas en
islas y ciudades costeras, para alertarnos sobre el futuro de nuestros
mares y sobre las posibles soluciones para desacelerar la contaminación.
En sí misma, esta embarcación es una esperanza.
Sol, viento y agua
Anclado frente a la playa de La Punta, Callao, el R4W Odisea luce
como un bicho raro. El barco, hecho de fibra de carbono, similar a un
catamarán pero sin velas, descansa sobre dos deslizadores que parecen
sus patas mientras que del casco le nacen dos plataformas como si fueran
alas.
No tiene igual en la bahía. Partió de Lorient, Francia en abril del
2017, y ya tiene más de 9 mil millas recorridas. Esta será la segunda
vez que dará la vuelta al mundo.
El empresario suizo Marco Simeoni es el jefe de la expedición y el
líder de la tripulación del R4W Odisea, reconocida como la única
embarcación cien por cien ecológica del mundo.
"No utiliza ni una gota de petróleo para moverse y tiene a la luz
solar, al agua y al viento como sus principales fuentes energéticas",
dice Simeoni, un apasionado de la vela que, tras amasar una considerable
fortuna en el rubro de las telecomunicaciones, creó su propia fundación
a la que llamó Race for Water o Carrera por el agua en español, de ahí
el nombre de su nave.
"La fundación tiene tres cometidos -dice Simeoni-, apoyar las
investigaciones científicas sobre la contaminación plástica en el mar,
alertar a los políticos y al público sobre el problema y promover
soluciones sostenibles".
Este barco, que se mueve silenciosamente por el mar, es parte de la solución.
El 2010 fue construido para el proyecto 'Planet Solar' y le demostró
al mundo que sí era posible que una embarcación obtuviera su energía de
la luz del sol.
"El barco está cubierto por 512 metros cuadrados de paneles solares",
dice Annabell Boudinot, parada sobre estos bloques de silicio que se
extienden sobre la cubierta del R4W Odisea como si fueran bloques de
lego. "La electricidad generada por la luz solar es almacenada en las
baterías del barco, y le permite tener energía para 36 horas de
navegación. Pero los paneles no son la única fuente de energía", agrega
Boudinot.
Además del sol, el R4W se mueve con el agua y el viento.
"El agua de mar es bombeada, desalinizada y almanecenada a bordo,
luego, por un proceso de hidrólisis separamos el hidrógeno y lo
contenemos en tanques que convertiremos en electricidad y que finalmente
harán mover a las hélices. Nos provee de energía para seis días de
navegación", explica Boudinot.
¿Y el viento? En lugar de una vela tradicional, el barco utiliza una
cometa que se abre en el cielo como un parapente y que jala la
embarcación.
De esta forma, y ayudada por las fuerzas de la naturaleza, la nave le
dio la vuelta al mundo el 2015. Fue la primera expedición que encabezó
Simeoni, y que tuvo como finalidad saber de primera mano cuál era la
situación real de la contaminación de plásticos en los océanos.
La marinera Camille Rollin muestra los hallazgos de esa exploración.
Parecen inofensivas piedritas de colores que se podrían confundir con
fracciones de conchas marinas, un engaño para los ojos, sin embargo, son
restos de plástico que el mar ha degradado.
"Estas micropartículas llegan a tener la apariencia de arena de mar
pero no es arena, es plástico", dice Rollin. Plástico que flota a la
deriva y que los peces comen. Peces que nosotros comemos.
"Va ser imposible limpiar los océanos pero hay una buena noticia,
podemos parar desde tierra esta hemorragia de residuos", dice Simeoni
como un Súperman de los mares.
Y esta es la solución que el R4W Odisea ha traído a nuestra tierra.
Sabios como la naturaleza
Esta será la segunda vez que la nave dará la vuelta al mundo. La
travesía les tomará cinco años. La tripulación, al mando del capitán
Jean-Marc Normant, tiene muy claro la importancia de la misión.
"Navegar es un descubrimiento, para mí es muy importante sensibilizar
a la gente sobre porqué no debe tirar basura en el mar", dice la
marinera Anne Le Chantoux.
Lima ha sido la sétima ciudad en la que la embarcación ha anclado
luego de atravesar el Atlántico, y hacer escala en las Bermudas, Cuba,
República Dominicana y Guadalupe donde se cruzaron con el ciclón Irma
que, por suerte, no ocasionó ningún desperfecto a la nave.
Según su agenda, el R4W se quedará dos meses en la capital. Abrirá
sus puertas a los escolares, quienes podrán visitar el barco, y se
reunirán, además, con recicladores locales a los que los de Race For
Water reconocen como aliados para frenar desde tierra que nuestra basura
plástica llegue al mar.
"Al plástico le toma entre 400 y mil años para desaparecer
-interviene Camille Rollin-, sin embargo, mediante una tecnología que
llamamos pirolización podremos convertirlo en gas o electricidad".
Con este método, la fundación de Simeoni pretende reproducir lo que
la naturaleza hace todos los días: reutilizar los desperdicios y
transformarlos en energía útil.
Las máquinas de pirolización ya son usadas en algunos países nórdicos y son reconocidas por sus beneficios medioambiantales.
Son como unos hornos que reciben entre 5 y 12 toneladas de plástico
que son incinerados a 800 grados centígrados de forma hermética, sin
despedir ningún gas contaminante al ambiente. Y por una reacción
termo-química se produce gas, el cual será purificado y utilizado como
combustible.
"La venta de esta energía nos permitirá pagar a los colectores de la
calle, lo que los animará a recoger el plástico y así no llegará al
mar", dice Marco Simeoni, que se ha propuesto como meta convencer a los
gobiernos para que en el futuro estos hornos lleguen a todas las costas.
A la tripulación del R4W aún le quedan cuatro años de navegación. Son
como apóstoles enviados para recordarnos lo dañinos que podemos ser con
la naturaleza pero que podemos redimirnos.