martes, 3 de septiembre de 2019

Agua, ven
Alejandra Apablaza/28.08.2019/Rev. Paula, CL

Agua que es vida. Agua dulce en los ríos, en los lagos y las lagunas. Agua que estamos tan acostumbrados a que salga por la llave, sin esfuerzo más que pagar la cuenta a fin de mes. Hoy agua que no cae, ausencia que secó lagunas y tiene en un hilo a varias comunas.
La crisis del agua es tal, que no hay registros de la catástrofe que estamos viviendo. Por eso urge la conciencia y la acción, porque estamos viviendo las consecuencias de una vida enajenada, una vida plástica y consumista, que con sus conductas es capaz de cambiar el clima. Y es que en mucho somos responsables, primero porque nos creemos dueños del mundo y sus recursos; pensamos que la naturaleza es esa cosa que está allá fuera, en el norte o en el sur. No la sentimos en el cemento, no la vemos en la maleza que insiste en salir, en las tórtolas de la vereda o en la inmensa postal blanca que habita detrás de la torre del Costanera Center.
No ha llovido y llevamos años así. Pero no es solo la falta de lluvia, es la manera en la que estamos usando los recursos que disponemos; en el norte las mineras se apropian de los ríos hasta secar el Loa y el Copiapó, llevando a la población indígena a las ciudades, dejando atrás su cultura y sus costumbres. Otros, prometiendo grandes ganancias para la región, aseguraban trasladar glaciares en pro del desarrollo. Mentiras y millones, y camiones aljibe para Petorca, donde más valen las paltas que las personas.
Acá en el campo los pozos se secan, no da abasto la napa, cuando abundan los condominios con parcelas de cinco mil metros y en ellos se diseñan jardines que ostentan su verde sin importar la fecha. La ducha sigue igual para muchos, no perdonan un día sin lavarse el pelo, la ropita está limpia, la tele siempre prendida y el bistec sigue jugoso al almuerzo. Y confiamos, yo no sé en qué dios, no sé en qué mantra, y no sé en qué gobierno, porque la idea es siempre poner el problema y la solución en otros, y nunca hacerse cargo.
Pocos están dispuestos a cambiar sus hábitos para a enfriar la Tierra y para usar bien el agua dulce que nos queda. Hay cosas tan concretas, cotidianas y simples que podemos hacer. Porque no se trata del todo o nada, se trata de empezar por algo, y saber que una ducha promedio gasta 20 litros de agua por minuto; cada descarga de un baño normal usa aproximadamente 12 litros de agua; una carga de lavadora usa más o menos 60 litros de agua para completar el lavado. Multiplique lo anterior, según el uso diario. Pero ojo acá: se requieren 15000 litros de agua para generar un kilo de carne. Eso es demasiado.
El agua dulce es un recurso finito, como todo lo que está en la Tierra, como nosotros que también un día no estaremos, pero que nuestra huella se note menos; que la angustia que muchas sienten hoy, se transforme en acciones y en educación. Porque de otra manera, si no llora el cielo, lloraremos nosotras.