domingo, 1 de marzo de 2015

JOBS POR JOBS

Tomado de El Mundo

Un libro de entrevistas recién publicado en España permite conocer al fundador de Apple, el emprendedor visionario e irascible que, la semana que viene, hubiera cumplido 60 años

Cuando supo que tenía cáncer, Steve Jobs se puso en contacto con Walter Isaacson para que escribiera sobre él una biografía del estilo de las que había dedicado a Einstein y Benjamin Franklin. El periodista desconocía el motivo oculto de Jobs y le dio largas, pero acabó cayendo en la trampa de su encanto personal. Sea como fuere, el fundador de Apple, alguien que amaba los libros más incluso que el sushi, según propia confesión, no se sentó nunca, que sepamos, a escribir personalmente la historia de su vida

Ahora que Jobs cumpliría 60 años (pasado mañana), lo más cercano a escuchar su auténtica voz es acudir a las entrevistas que concedió, y tres de las mejores y más extensas están ahora al alcance del lector español gracias al volumen, titulado Un revolucionario silencioso, que publica Confluencias Editorial en su colección Conversaciones, desde la que ya han hablado personalidades como Kurosawa, Monet, Chaplin y Octavio Paz, entre otros

La primera entrevista que recoge el volumen tiene lugar en 1985, cuando Apple acaba de lanzar el Macintosh y el mundo "ha sobrevivido" a la pesadilla orwelliana de 1984. Finalmente «los ordenadores no dominaron el mundo", le dice David Sheff, dePlayboy, a un Jobs que, aunque hoy nos resulte extraño, se ve obligado a cantar las alabanzas de una máquina cuya principal virtud es ejecutar instrucciones a tal velocidad que los resultados parecen cosa de magia.
La utilidad de las computadoras estaba clara en el ámbito de las empresas, incluso en los centros de enseñanza, donde Apple fue la primera compañía en introducirse llevada por el especial interés de Jobs en la cuestión. Pero el fundador tenía otro objetivo en mente: vender ordenadores a particulares, es decir, "transformarlo en un electrodoméstico" que llegue "a 10 millones de personas", pronóstico que revela que ni un visionario es consciente a veces de las dimensiones que puede alcanzar su invento.
Jobs sí barrunta que en el futuro se producirá "quizá la fusión del teléfono y el ordenador portátil", de modo que el iPhone era ya algo que intuía a mediados de los 80. También sabe que la generalización del ordenador en los hogares estará relacionada estrechamente "con una red nacional de comunicaciones por Internet", por entonces sólo "el principio de lo que será un avance verdaderamente notable para la mayoría de la gente, tan destacable como el teléfono", explica.
Jobs no tiene aún 30 años y siente que con el Macintosh él y su equipo están "influyendo en el futuro", pero -efusiones aparte- reflexiona sobre la manera en que los ordenadores cambiarán tanto la forma de trabajar de las personas como sus patrones de comunicación; en definitiva, la vida de la gente. "Vemos menos papel volando alrededor -afirma en el plural mayestático de los gurús- y más calidad de comunicación".
Llevado a su querido campo de la educación, el empleo de ordenadores entre los niños tendría el poder de modificar el modo en que se aprende a pensar, a partir de lo cual nada sería igual, augurio que se ha demostrado cierto. Jobs habla a mediados de una década de "monopolio" por parte de IBM, compañía a la que ve fabricando productos de tecnología inferior a la suya y que, en caso de imponerse a Apple, abocaría a "una especie de Edad Media de la informática". Si los "chicos" de IBM se hacen con el control "de un sector del mercado", continúa, "dejarán de innovar para siempre".
Nuestro hombre tiene palabras más amables para Steve Wozniak, cofundador de la empresa aunque ya entonces fuera de ella, a quien dibuja como un genio "diseñando cosas" pero poco interesado en Apple "como compañía". Para eso estaba él, que unía a su talento para la electrónica visión de negocio y un gusto por el producto "bonito" que sería vital en el éxito futuro de la firma. Identificándose con un ebanista que no deja un trozo de contrachapado en la parte trasera de una cómoda sólo porque no está a la vista, Jobs sentencia que "para dormir bien por la noche, la estética y la calidad deben cuidarse hasta el final".
El hombre irascible, tremendamente exigente que Walter Isaacson había conocido en la redacción de Time se permite un momento de debilidad en la entrevista al referirse a una de las facetas oscuras del éxito. "Cuando puedes ser considerado responsable de si [tus sueños] se hacen realidad o no, la vida es mucho más difícil", interesante reflexión que completa con otra sobre lo duro que resulta "continuar siendo un artista" cuando el mundo entero se aferra al estereotipo de lo que imagina que eres.
Un artista... Semejante declaración puede sorprender a quienes desconozcan que Jobs, a pesar de no haber completado la enseñanza universitaria en ningún campo, se consideraba desde niño "una persona de letras" a la que, además, le gustaba la electrónica. A Isaacson le contó algo que le había enseñado uno de sus héroes,Edwin Land, a quien echaron de su propia empresa, Polaroid, como le sucedería al mismo Jobs en Apple. Land abogaba por personas capaces de situarse "en la intersección entre las humanidades y las ciencias, y decidí que eso era lo que yo quería hacer", afirma Steve Jobs.
La entrevista con Daniel Morrow, en la Smithsonian Institution, ofrece más variaciones sobre el mismo tema. Jobs declara que "hay muy poca distinción entre un artista y un científico o un ingeniero de alto calibre (...). [Son] personas que siguen diferentes caminos pero tienen el mismo objetivo, que es expresar algo de lo que ellos perciben, la verdad a su alrededor, para que otros puedan beneficiarse de ella". De hecho, recuerda al equipo que creó el Macintosh como un grupo de potenciales poetas o músicos que encontraron en la informática "una nueva forma de expresión para sus talentos creativos".
Transcurre el mes de abril de 1995 cuando Jobs, fuera ya de Apple y embarcado en la aventura del cine de animación por ordenador en Pixar, responde a las preguntas de Morrow y, algo poco frecuente, accede a comentar asuntos personales como su infancia. Cuando su padre adoptivo le enseña a "construir cosas" y le menciona casi de pasada que existe la electrónica, Silicon Valley era en su mayor parte una extensión de "huertos de albaricoques y de ciruelas", evoca.
Jobs se describe a sí mismo de chaval como un superdotado de libro. Su madre, que era más bien fría con él, se tomó al menos la molestia de enseñarle a leer siendo muy pequeño, de manera que al llegar al colegio se aburría de lo lindo y sólo encontraba algo de diversión haciendo todo tipo de trastadas que le costaron más de una expulsión. De no ser por un par de profesores que le dedicaron tiempo extra, admite, "habría acabado en la cárcel".
La conversación en la Smithsonian le permite ajustar cuentas conJohn Sculley y demás ejecutivos de la nueva Apple que, a su parecer, habían anegado la compañía de valores corruptos, aparcado la cuota de mercado para centrarse en los beneficios a corto plazo y olvidado que ninguno de ellos tenía "una idea de cómo crear el siguiente Macintosh", lo que desembocaría en su regreso a casa en el año 1997.
Jobs vuelve una y otra vez al asunto de la educación y rememora la iniciativa, no demasiado conocida, por la que Apple quiso en sus inicios donar un ordenador a cada colegio de Estados Unidos, lo que -gracias a una ley federal que abría la puerta en tales casos a una reducción extra de impuestos- le costaría a la compañía sólo 10 millones de dólares. El empresario ofició de lobbysta de ocasión para convencer a congresistas y senadores de introducir los necesarios cambios normativos, pero no tuvo éxito, entre otras razones debido al bloqueo impuesto por Bob Dole, futuro candidato a la Casa Blanca, en la Cámara de Representantes. Contra todo pronóstico, el estado de California se puso en contacto con él para ofrecerle poner en marcha su proyecto en las 10.000 escuelas de su territorio. Steve Jobs se explaya sobre las maravillas que produce Pixar, en ese momento a punto de estrenar Toy Story. La sitúa 10 años por delante de la competencia y cuenta a su parecer con los mejores talentos tanto en infografía como en animación y arte; "combina el arte con la técnica -el eterno mantra del budista Jobs- de una manera maravillosa".
El libro que publica Confluencias Editorial se completa con la famosa conferencia D5, organizada por el blog Allthingsd, que reunió a Steve Jobs y su supuesto rival legendario, Bill Gates, fundador de Microsoft, en mayo de 2007. Se sabe que el creador de Apple puso reparos a esa entrevista a dos voces, pero una vez convencido pareció que ambos protagonistas habían acordado tácita o expresamente negar cualquier oportunidad al morbo.
Gates y Jobs no sólo se dedican a alabarse mutuamente, sino que incluso revelan que han mantenido durante una década una especie de matrimonio en secreto -un "matrimonio gay", llega a bromear la moderadora Kara Swisher-, en referencia al equipo de Microsoft dedicado a desarrollar aplicaciones específicas para Mac y que, en palabras de Gates, "siempre ha sido tratado tan bien que tiene una relación muy especial con Apple".
Jobs completa aquí las impresiones de su colega afirmando que aquella colaboración fue la manera de Microsoft de "meterse en la industria de las aplicaciones" para PC en un momento en que el negocio estaba controlado por Lotus. Hasta el más listo de la clase se equivoca más de una vez. Jobs lo demostraba allá por 1985 al vaticinar que las novedades de la industria se limitarían en lo sucesivo al software y no al hardware. Más de 20 años después, sigue convencido de lo mismo, pues considera que tanto Apple como Microsoft transitan por el buen camino por ser, en esencia, compañías de software.
Ninguna referencia, por supuesto, a antiguas acusaciones de monopolio como las que formuló en el diálogo con Morrow. Jobs decía entonces que los informáticos estaban siendo "expulsados del negocio de los ordenadores" por la posición dominante de Microsoft, sobre cuya legalidad abría enormes interrogantes. "¿A quién le importa?", se preguntaba: la cuestión es que «"a innovación en la industria está siendo absorbida por completo [por Microsoft]".
Pero estos lamentos eran agua pasada en 2007. Después de algunos alardes de adivinación por ambas partes, la conferencia toca a su fin, pero antes ("one more thing", como habría dicho Jobs en una de sus tantas presentaciones de Apple) Gates resume mejor que nadie lo que hacía único a su amigo: "Daría lo que fuera por tener su gusto (...). Las cuestiones que a mí me parecían de ingeniería, [él las decidía] basándose en la gente y en el producto, algo que me es hasta difícil de explicar. Hace las cosas de una manera diferente, me parece algo mágico"